El viaje de las especias | Cultura | EL PAÍS
Muchos siglos antes de la brújula, los mapas y el hierro, el clavo llegó de los conos volcánicos de las Molucas. La atracción de las especias se debía a muchas más cosas que a su utilidad culinaria; y por otro lado, la comida en la Edad Media no era tan mala como en general hemos querido creer. Se trata de una historia diversa y ramificada que abarca varios milenios: empieza con un puñado de clavo encontrado en un recipiente chamuscado de cerámica enterrado en el desierto sirio, donde, en un pueblecito a orillas del Éufrates, un individuo llamado Puzurum perdió su casa en un incendio devastador. En términos cósmicos fue un acontecimiento sin importancia: se construyó una casa nueva sobre las ruinas de la anterior, luego otra y después muchas más, la vida siguió y siguió y siguió.